"–Por favor, Jim –dijo Irene–. Por favor. Nos oirán.
–¿Quién nos oirá? Emma no puede oírnos.
–La radio.
–¡Oh, estoy harto! –gritó Jim–. Estoy enfermo de tus aprensiones. El receptor no puede oírnos. Nadie puede oírnos. ¿Y qué me importa que puedan oírnos? ¿A quién le importa?".
J. Cheever