viernes, 15 de enero de 2010

Inspirada en Ángela Carter (o de las referencias intertextuales)

“Entonces, y como queriendo recuperar aquello perdido,
metió la mano en su pecho,
evitó, con sumo cuidado, llegar a sus entrañas;
pero su corazón estaba bien escondido,
disimulado entre huesos y carne,
disfrazado de nervios y venas.
Cuando por fin creyó que lo alcanzaba,
experimentó una rara efervescencia en la yema de los dedos,
un cosquilleo que disparó una ridícula carcajada.
Él pareció no inmutarse.
Fue entonces cuando sintió que algo le quemaba;
lo oscuro, lo tumultuoso, lo revuelto, lo retorcido,
todo le llegaba en torbellino incesante, y no podía detenerlo.”
N. Rostova