viernes, 15 de enero de 2010

El motorhome de Bioy

“Compramos una casa con ruedas para viajar por toda la república, trazábamos el viaje de antemano. Y una mañana salimos. Yo no dormía durante el tiempo en que se arregló la casa con ruedas: estantes, libros, cortinas…, yo no podía dormir. Y Bioy llevaría el danés, no se separaría de él. Salimos una mañana nublada –me gustaba que fuera nublada– y salimos para Córdoba. Bioy había mandado a hacer unas gomas especiales para que tuviera buen movimiento el viaje, pero la goma friccionaba –era demasiado gorda– con el guardabarros y ahí empezaron los desastres. Se sentía olor a quemado. Yo iba atrás con el enorme perro, probé la cama y me di cuenta que pasando los 30 km de velocidad, la cama se desplazaba. Yo golpeaba el coche, íbamos con dos amigos de Bioy, y el perro también resbalaba. La casa se balanceaba. Por fin pensamos pasar la noche en Rosario, y en una estación de servicio de Rosario yo me puse a cocinar, pero se cayó la cocinita al suelo. Hubo casi un incendio. Nos aprestábamos para dormir y la gente creía que éramos una compañía de circo, nos golpeaban los vidrios. Con ese motivo tuvimos que salir de la estación de servicio, el perro tuvo que bajar a hacer sus necesidades, empezó a llover y el perro llenó de barro la casa. Fuimos a Córdoba, a Villa Allende, pero el coche no podía subir la pendiente. Disgustados los unos con los otros, echándonos la culpa –‘vos no hiciste esto’, ‘vos no cocinaste’, etc.-, debimos renunciar al viaje, a la casa. Vendimos la casa con ruedas y volvimos a Buenos Aires. Fue una linda experiencia. ¡Los sueños que yo tuve antes de salir!”
S. Ocampo